¿Viene la creencia espontáneamente o mediante el esfuerzo?

La creencia viene de forma espontánea. La creencia viene mediante el esfuerzo. En la vida espiritual, un buscador sincero, avanzado y entregado puede tener y tendrá creencia espontánea. La creencia obtenida mediante el esfuerzo personal, sin la divina Gracia y la Protección incondicional de Dios, no puede ser tan efectiva como la creencia espontánea.

La creencia espontánea es un regalo de Dios que permite que lo humano en nosotros vea, sienta y llegue a ser la imagen misma de Dios. La creencia mediante el esfuerzo personal es un descubrimiento terrenal humano, aunque en cierta medida es también necesaria.

Creer es ver. Ver es creer. Cuando creer es ver, el buscador deviene el instrumento perfecto para que el Supremo lo utilice a Su propia Manera. Cuando ver es creer, el buscador hace la promesa solemne, tanto a Dios como a sí mismo, de que realizará a Dios y colmará a Dios en la tierra. Pero sin certeza, sin garantía alguna. Tal vez cumpla su promesa divina o tal vez no, porque en cualquier momento durante su larga travesía, puede ser asaltado por abundantes dudas, temores, celos, ansiedades y por la noche de ignorancia.

La creencia mediante el esfuerzo es la aceptación, la mera aceptación, de la Verdad y la Luz. Esta creencia es habitualmente mental e intelectual. Pero la creencia espontánea es una unidad consciente y constante con la Verdad y la Luz. No es que la creencia mediante el esfuerzo personal no sirva; el esfuerzo personal tiene su valor propio, pero no es tan fuerte y seguro como la creencia espontánea.

No solo los seres humanos ordinarios, sino también muchos gigantes espirituales han sufrido las dudas y otras cualidades no-divinas en su naturaleza humana antes de lanzarse devotamente y de todo corazón al camino espiritual. Por tanto, no debemos condenarnos a la desilusión cuando somos asaltados por las dudas en nuestra vida espiritual. La creencia que viene desde dentro está a la cabeza del divino ejército espiritual, y este ejército destruye nuestras dudas, o mejor dicho ilumina nuestras dudas, perfecciona nuestras imperfecciones y transforma nuestras ataduras y limitación en plenitud divina.

Tenemos dos órganos principales: el ojo y el oído. Nuestros ojos creen en sí mismos con mucha frecuencia, si no siempre. Nuestros oídos creen muy a menudo en lo que otros dicen. Estos son nuestros ojos y oídos humanos. Pero el ojo divino, el tercer ojo, únicamente creerá en la visión de la Divinidad, y los oídos divinos únicamente creerán en la verdad de la Realidad. Cuando escuchamos el mandato interno, cuando tenemos la capacidad de crecer en la constante obediencia a nuestro Piloto Interno, sentimos la presencia de la creencia espontánea, dentro y fuera de nosotros. La creencia es la realidad de nuestra obediencia interna. Esta es la creencia divina, la creencia espontánea. La creencia mediante el esfuerzo es un entendimiento humano restringido, disciplinado.

La creencia es un poder. Un auténtico buscador de la Verdad infinita lo sabe. El buscador hipócrita y no aspirante es consciente de la verdad de que la creencia es poder, pero no puede ir más allá de ese entendimiento o consciencia; en tanto que el buscador sincero, genuino, devoto y entregado sabe que la creencia es un poder dinámico y que tiene ese poder a su disposición.

Vemos un árbol; el árbol da flores, y poco después vemos los frutos. La flor precede al fruto. En la vida espiritual, la creencia es la flor. La creencia es un ángel divino que entra en nosotros como precursor del Señor Supremo.

Podemos cultivar la creencia. Si no la tenemos podemos desarrollarla juntándonos con personas espirituales sinceras que se interesan más por Dios que por el placer. Hay también personas que solo se interesan por Dios en los seres humanos y si nos juntamos con esas personas podemos cultivar la creencia. Cuando tenemos creencia, podemos caminar con Dios en Su Jardín de Luz y de Deleite.

Sin embargo, en la vida espiritual, la creencia espontánea no necesariamente va a ser ni puede ser la última palabra. Hay algo infinitamente más elevado y más profundo que la creencia, y es la fe. Cuando tenemos creencia, podemos progresar tremendamente por un día, un mes o un año. Pero si después, consciente o inconscientemente, nos volvemos víctimas de fuerzas no-divinas, nuestra creencia pierde su fortaleza. Entonces no podemos progresar rápido en la vida espiritual a pesar de tener creencia.

La fortaleza de la creencia, incluso de la creencia espontánea, no es suficiente para llevarnos hasta la Meta última. La creencia es como el instrumento musical de un niño que puedes tocar durante un número limitado de horas o de años. Pero cuando tienes fe, llegas a comprender que eres un músico eterno y, al mismo tiempo, un instrumento eterno. Más adelante, cuando avanzas más lejos y más profundo en tu vida espiritual, llegas a darte cuenta de que el músico es otro, el Señor Supremo, y tú eres Su instrumento. Él es el Músico eterno, y tú eres eternamente Su instrumento elegido.

La creencia espontánea te hará sentir lo que eres eternamente: el niño elegido de Dios. Pero si no tienes fe, no tendrás la satisfacción y sentimiento perdurables de que tú y Él sois eternamente uno, de que tú representas al Uno y que tu presencia misma en la tierra es la manifestación del Supremo Uno Absoluto. Únicamente cuando tu ser externo y tu ser interno están rebosantes de fe, puedes manifestar a Dios aquí en la tierra. La fe en uno mismo y la fe en Dios deben funcionar juntas.

Si dices que no tienes fe en ti mismo pero tienes absoluta fe en Dios, quisiera decirte que no puedes llegar muy lejos. Debes tener fe, fe constante y abundante, no solo en Dios, sino también en ti mismo, puesto que tú eres el hijo o la hija de Dios. Cuando sientas verdaderamente que eres el hijo de Dios, hallarás que está por debajo de tu dignidad el entablar amistad con la ignorancia. La Realidad, la Eternidad, la Inmortalidad y la Infinitud no son términos ambiguos; estos son tus derechos de nacimiento. Cuando tengas esa clase de fe, Dios verterá Sus Bendiciones más selectas sobre tu devota cabeza y tu corazón entregado.

Pero la fe en uno mismo no debe exceder su propio límite. Dije antes que debes tener fe, constante fe en abundancia; pero también has de recordar el origen de tu fe; has de recordar de dónde procede. Tal vez en algún momento pienses que estás trabajando muy duro para tu realización de la Verdad absoluta, para tu perfección. Sientes que todo el esfuerzo es tuyo, que el uno por ciento del trabajo lo hace la Gracia del Supremo, y el noventa y nueve por ciento lo hace tu esfuerzo personal. Pero cuando amanezca el muy auspicioso día en que realices lo Absoluto, verás que en verdad es precisamente lo contrario: la fe te permitió contribuir un uno por ciento a tu realización con tu esfuerzo personal y Dios aportó el noventa y nueve por ciento restante como Gracia divina, Su Gracia incondicional. Y cuando ya estés a punto de manifestar tu realización, una verdad más elevada y más profunda amanecerá en ti: comprenderás que el uno por ciento de fe que tuviste, la cual era absolutamente necesaria, fue también un regalo que Dios te hizo.

Fuiste elegido entre innumerables personas para correr hacia la Luz. Otros están todavía profundamente dormidos. Fue pura Gracia, la Gracia incondicional de Dios, lo que te inspiró para salir de la ignorancia y mirar hacia la Luz. Ya que fue Él quien te inspiró y te invitó a unirte conscientemente a Su Juego cósmico, has de sentir que ese uno por ciento de fe que tuviste al comienzo, también vino directamente de Dios, el Supremo Absoluto.

Algunas personas no tienen creencia; quieren seguir el camino negativo. No importa lo lejos que vayan, su mente les dice que no hay Dios. Pero en virtud de mi propia unidad con Dios y con la humanidad, quisiera decir que ellas no tendrán satisfacción, ni siquiera temporal, sobre esta tierra. Llegará un día en que sentirán que su falta de creencia, su negación de Dios, no les aporta lo que quieren. Se verán empujados a buscar una creencia que los colme.

Los que hemos comenzado a caminar por el sendero espiritual, somos los precursores. Antes o después, todos van a correr hacia la misma Meta trascendental. La mayoría de la humanidad no va a quedar indefinidamente rezagada. Todos los hijos de Dios, no importa cuán inconscientes o no aspirantes sean, correrán algún día hacia la Meta común. Esta Meta es el descubrimiento supremo de la propia Divinidad y la constante y perfecta manifestación de la propia Realidad eterna.