Libertad externa y libertad interna

La madre de la libertad es la luz. El padre de la libertad es la verdad. La esposa de la libertad es la paz. El hijo de la libertad es la valentía. La hija de la libertad es la fe.

La libertad suena donde la luz brilla. La libertad suena cuando la verdad canta. La libertad suena si la paz se expande. La libertad suena porque la valentía demanda. La libertad suena; por consiguiente, la fe florece.

La libertad humana es una experiencia del cuerpo, en el vital y para la mente. La libertad divina es una experiencia del alma, en el corazón y para la mente, el vital y el cuerpo. No hay prácticamente diferencia entre la libertad animal y la esclavitud humana. En el dominio del vital destructivo, nuestra libertad animal ruge. En el abismo de nuestro cuerpo dormido e inconsciente, nuestra esclavitud humana ronca.

La Libertad de Dios yace en Su constante servicio al género humano, en Su incondicional ofrecimiento de Sí Mismo. La libertad del hombre yace en su consecución de Dios, en la perfección de su vida y en la plenitud de su vida.

La libertad de la mente dubitativa es sin duda una realidad; pero esa realidad es efímera, endeble. La libertad del corazón amante y aspirante es una realidad perdurable y una sublimidad suprema.

Es buena la libertad del pensamiento terrenal, pero muy a menudo se abre a la falsa libertad. La libertad que proviene de seguir la Voluntad celestial invoca la Presencia de Dios en nosotros; invoca Su Promesa divina en y a través de nosotros, así como Su suprema afirmación y manifestación de Sí mismo en nosotros y a través de nosotros.

¿Qué es la falsa libertad? Falsa libertad es nuestra constante y deliberada aceptación de la ignorancia y nuestra consciente existencia en la ignorancia. ¿Qué es libertad real? Libertad real es el conocimiento consciente de nuestra divinidad interna y la constante unidad inseparable con nuestro Piloto Interno.

¿Qué puede hacer la falsa libertad? La falsa libertad puede hacer mucho: puede destruirnos totalmente, puede destruir nuestras posibilidades y potenciales internos, puede destruir nuestra riqueza interna. ¿Qué puede hacer la libertad real? La libertad real también puede hacer mucho: la libertad real puede hacernos crecer y devenir en la imagen misma de nuestro Piloto Supremo.

El olvido se lleva nuestra libertad, pero el Perdón de Dios nos la devuelve. Los abundantes deseos se llevan nuestra libertad, pero la Compasión de Dios nos la devuelve. La prepotencia, la autoafirmación se lleva nuestra libertad, pero la Luz de Dios nos la devuelve.

Es nuestra consciencia de nosotros mismos lo que retiene nuestra libertad, y es el Orgullo divino de Dios en nosotros lo que perfecciona nuestra libertad. En la perfección de nuestra libertad terrenal crecemos, sembramos la semilla del Cielo en nuestro interior. Y en el cumplimiento de nuestra libertad interna vemos el Cielo y la tierra como almas complementarias, puesto que la tierra ofrece su riqueza y capacidad, que es la receptividad, y el Cielo ofrece su riqueza y capacidad, que es la Divinidad y la Inmortalidad.

La verdadera libertad no consiste en hablar mal del mundo o criticar a un individuo o individuos. Asimismo, la verdadera libertad no consiste en meramente apreciar y admirar al mundo o a la humanidad en su conjunto. La verdadera libertad se halla únicamente en nuestra unidad inseparable con el llanto interior y la sonrisa exterior del mundo. El llanto interior del mundo es Dios-la-Realización; la sonrisa exterior del mundo es Dios-la-Manifestación.

La libertad es expresiva;
esto es lo que me dice el cuerpo.
La libertad es explosiva;
esto es lo que me dice el vital.
La libertad es costosa;
esto es lo que me dice la mente.
La libertad es iluminadora;
esto es lo que me dice el corazón.
La libertad es colmadora;
esto es lo que me dice el alma.

Tenemos dos tipos de libertad: libertad exterior y libertad interior. La libertad exterior quiere probar constantemente su capacidad; quiere probar su soberanía. La libertad interior quiere probar que pertenece a Dios y solo a Dios.

La libertad exterior tiene un nuevo objetivo cada día; quiere descubrir este objetivo únicamente en el placer. Pero la libertad interior tiene solo un Objetivo eterno: lograr el consciente conocimiento de Dios y la consciente manifestación de Dios en y a través de sí misma.

La libertad exterior solo está satisfecha cuando se halla en condiciones de decir: «No tengo superiores, soy mi única dueña». La libertad interior solo está satisfecha cuando puede decir fervorosamente: «No quiero ser superior a nadie, pero quiero que Dios sea mi superior, mi único superior».

La libertad interior es ver lo que deberíamos. La libertad interior es ser lo que debemos. Lo que deberíamos ver es el rostro dorado de la Verdad. Lo que debemos ser es la fluyente Vida de la Visión de Dios y el resplandeciente Hálito de la Realidad del Dios.

Luchamos por la libertad exterior. Clamamos por la libertad interior. Con la libertad exterior, vemos y gobernamos las cuatro esquinas del globo. Con la libertad interior, vemos el Alma y devenimos la Meta del universo entero.

Mi libertad exterior es mi autoimpuesta y autoengrandecida obligación. Mi libertad interior es el derecho innato de mi aspiración eterna y de mi realización sin fin.

La pregunta primordial ahora es si mi libertad interior y mi libertad exterior pueden correr a la par. Ciertamente pueden; ciertamente deben. Mi libertad interior sabe lo que tiene y lo que es: realización. Mi libertad exterior debe saber lo que quiere y lo que necesita: transformación.

Cuando la libertad de mi vida exterior es transformada fervorosamente y sin reservas, deviene inmediatamente en la fuerza más poderosa y el orgullo más alto de la libertad de mi vida interior.

Mi libertad exterior es la barca de mi vida. Mi libertad interior es el mar de mi vida. Mi Dios es mi Piloto Supremo. Hoy soy el alma buscadora e implorante de mi viaje. Mañana seré la meta iluminadora y colmadora de mi viaje.

Mi compasiva y constante necesidad de Dios, es el alma de mi libertad. Mi sonriente y danzante seguridad trascendental de Dios permanentemente colmada, es la meta de mi libertad.