Pregunta: ¿Cuál es la diferencia entre la concentración, la meditación y la contemplación?

Sri Chinmoy: Cuando nos concentramos, no permitimos que ningún pensamiento, ya sea divino o no-divino, terrenal o celestial, bueno o malo, entre en nuestra mente. Toda la mente, tiene que estar enfocada sobre un objeto o sujeto en particular. Si te estás concentrando en el pétalo de una flor, trata de sentir que solo existís tú y el pétalo, que no existe nada más en el mundo entero excepto tú y el pétalo. No mirarás hacia delante ni hacia atrás, ni hacia arriba ni hacia dentro. Simplemente tratarás de atravesar el objeto en el que te estás enfocando con tu aguda concentración. Pero esta concentración no es una forma agresiva de mirar algo o de entrar en un objeto. ¡Nada de eso! Esta concentración proviene directamente de la indomable voluntad del alma, o fuerza de voluntad.

Con frecuencia oigo decir a los aspirantes que no pueden concentrarse más de cinco minutos. Tras cinco minutos tienen dolor de cabeza o sienten que la cabeza les arde. ¿Por qué? Porque la fuerza de su concentración está viniendo de la mente intelectual o, podríamos decir, de la mente disciplinada. La mente sabe que no debe deambular; tiene ese conocimiento. Pero si ha de ser usada de una manera adecuada, de una manera iluminada, la luz del alma ha de entrar en la mente. Cuando la luz del alma ha entrado en la mente, es sumamente fácil concentrarse en algo durante dos o tres horas, o tanto tiempo como quieras. Durante este tiempo no puede haber ni pensamientos ni dudas ni temores. Ninguna fuerza negativa puede entrar en tu mente si está cargada con la luz del alma.

Por lo tanto, cuando te concentres, procura sentir que el poder de concentración procede desde el centro del corazón espiritual, y después sube hasta el tercer ojo. El centro del corazón es donde se localiza el alma. El corazón físico es diminuto, pero el corazón espiritual —tu verdadero hogar— es más vasto que el universo. Cuando pienses en tu alma en este momento, es preferible que no te formes ninguna idea específica de ella ni trates de pensar en cuál es su aspecto. Sencillamente piensa en el alma como una representante de Dios, como Luz y Deleite ilimitado, que está en tu corazón. La Luz viene desde tu corazón, pasa a través de tu tercer ojo y entonces entras en el objeto de tu concentración y te identificas con él. El paso final de la concentración es descubrir la verdad última oculta en el objeto de concentración.

Es inimaginable lo que la concentración puede hacer en nuestra vida cotidiana. La concentración es el modo más seguro de alcanzar nuestra meta, ya sea la meta de la realización de Dios o meramente la del cumplimiento de deseos humanos. La concentración actúa como una flecha que entra en la diana. Quien carece de poder de concentración no es mejor que un mono. Un aspirante real, antes o después, adquiere el poder de la concentración, ya sea mediante la Gracia de Dios, la práctica constante o a través de su aspiración. Cada aspirante puede declarar que tiene un héroe divino, un guerrero divino dentro de sí. Ese guerrero divino es su concentración.

Cuando nos concentramos, hemos de hacerlo sobre algo en particular. Si me estoy concentrando en un cierto discípulo, él será lo único que ocupe mi mente. En ese momento, él se convierte en el único objeto de mi atención. Pero cuando meditamos, sentimos que tenemos profundamente dentro de nosotros la capacidad de ver muchos, tratar con muchos, acoger a muchos —todo al mismo tiempo—. Cuando meditamos, tratamos de expandir nuestra conciencia para abarcar el vasto océano o el vasto cielo azul. Tenemos que expandirnos como un ave que despliega sus alas. Tenemos que expandir nuestra conciencia finita y entrar en la Conciencia universal donde no hay temor, ni envidia, ni duda, sino todo alegría, paz y poder divino.

Cuando meditamos, lo que hacemos en realidad es entrar en una mente vacante, calmada, quieta y silenciosa. Profundizamos en nuestro interior y nos aproximamos a nuestra verdadera existencia, que es nuestra alma. Cuando vivimos en el alma, sentimos que estamos de hecho meditando espontáneamente. En la superficie del mar hay multitud de olas, pero abajo el mar no se ve afectado. En las más hondas profundidades, en el fondo del océano, todo es tranquilidad. Por tanto, cuando comiences a meditar, primero trata de sentir tu propia existencia interna; es decir, el fondo del mar: tranquilo y silencioso. Siente que tu ser entero está recargado de paz y tranquilidad.

Entonces deja que las olas vengan del mundo exterior. El miedo, la duda, la preocupación —las agitaciones terrenales—, serán arrastradas fuera porque dentro hay una paz sólida. No puedes tener miedo de nada cuando estás en tu meditación más elevada; tu mente es todo paz, todo silencio, todo unidad. Si los pensamientos o las ideas quieren entrar, tú los controlas con tu paz interna, porque no podrán afectarte. Como los peces en el mar, saltan y nadan pero no dejan marca alguna sobre el agua. Como los pájaros que vuelan en el cielo sin dejar rastro alguno tras de sí. Así pues, cuando medites, siente que tú eres el mar y que todos los animales que hay en el mar no te afectan. Siente que eres el cielo y todos los pájaros que pasan volando no te afectan. Siente que tu mente es el cielo y tu corazón es el océano infinito. Esto es meditación.

Cuando estamos en meditación, únicamente queremos entrar en comunión con Dios. Igual que ahora puedes entenderme porque estoy hablando tu idioma, cuando sabes meditar bien, podrás entrar en comunión con Dios, puesto que la meditación es el lenguaje que usamos para hablar con Dios.

Mediante la concentración nos enfocamos en un punto único y mediante la meditación expandimos nuestra conciencia en la inmensidad. Pero en la contemplación nos convertimos en la inmensidad misma. Hemos visto la Verdad. Hemos sentido la Verdad. Pero lo más importante es crecer en la Verdad y llegar a ser totalmente uno con la Verdad. Si nos estamos concentrando en Dios, podemos sentir a Dios justo delante de nosotros o a nuestro lado. Cuando estamos meditando, estamos destinados a sentir la Infinitud, la Eternidad y la Inmortalidad dentro de nosotros. Pero cuando estamos contemplando veremos que nosotros mismos somos Dios, que nosotros mismos somos la Infinitud, la Eternidad y la Inmortalidad. Contemplación quiere decir unidad consciente con el Absoluto infinito y eterno. En la contemplación nos descubrimos a nosotros mismos. Cuando contemplamos, el Creador y la creación se vuelven uno. Devenimos uno con el Creador y vemos el universo entero a nuestros pies, el universo entero dentro de nosotros. En ese momento, si miramos a nuestra propia existencia, no vemos a un ser humano; vemos algo así como una dinamo de Luz, Paz y Dicha.

Uno debería concentrarse durante unos minutos cada día antes de entrar en la meditación. Eres como un corredor que tiene que despejar la pista, ver si hay obstáculos y retirarlos. Entonces, cuando comiences a meditar, siente que estás corriendo muy rápido, con todos los obstáculos fuera del camino. Eres como un tren expreso, un tren interno, que solo se detiene en el destino final. Entonces, cuando alcances la Meta, tienes que convertirte en la Meta. Este es el último paso, la contemplación. Los buscadores que están justo entrando en el camino espiritual deberían comenzar con la concentración, al menos durante unos meses, y después entrar en la meditación. Luego deben meditar durante unos cuantos años y finalmente entrar en la contemplación.