Pregunta: Siento que siempre estoy compitiendo con los demás. ¿Cómo puedo superarlo?

Sri Chinmoy: Trata de sentir tu unidad con todo el mundo. Al hacerlo, expandirás inmediatamente tu conciencia. Cuando alguien hace algo bien, enseguida tienes que sentir que eres tú quien lo ha hecho. Esa persona debería hacer lo mismo cuando tú haces algo significativo. Siempre que cualquier individuo hace algo muy bien, los demás tienen que sentir que es la inspiración y aspiración consciente de ellos lo que ha capacitado a ese individuo para lograr este éxito. Si tenemos siempre una actitud de trabajo en equipo, podremos conquistar el ego. Pero el ego competitivo no debería confundirse con el orgullo divino. A veces sentimos: «Soy el hijo de Dios, ¿cómo puedo entonces sen tan malo? ¿Cómo puedo mentir? ¿Cómo puedo ser hipócrita? Soy el instrumento de Dios, ¿cómo puedo hacer esta clase de cosas?». Este es también un tipo de ego, pero no es el ego provocador y destructivo que nos hace querer derrotar a todos por las buenas o por las malas y actuar como los amos del mundo entero con nuestra invencible superioridad. El ego divino proviene de nuestra conciencia divinizada, de nuestra unidad interna con Dios. Si sentimos de un modo divino que somos el instrumento escogido por Dios, no puede haber entonces ego no-divino en nuestra vida. Primero tenemos que sentir esto internamente; luego tenemos que manifestarlo en nuestras acciones. Así pues, siempre que otros hagan algo bueno, por favor, siente que eres tú quien lo ha hecho. Esto no es incorrecto en absoluto. No estás engañándote a ti mismo. No pienses: «Oh, yo no lo he hecho. Mi nombre no es tal o cual». Tu nombre es la Conciencia universal. Hay únicamente un Ser que es el «Yo» infinito que todo lo abarca. Por lo tanto, cuando cualquier habitante del universo logra algo, si puedes sencillamente identificarte con la Conciencia universal, puedes fácilmente, y con la mayor legitimidad, reivindicar que tú lo has logrado. Mis discípulos logran muchas cosas en el plano físico que yo externamente nunca he hecho. Pero inmediatamente siento que soy yo quien ha hecho esas cosas, en virtud de mi sincera y total identificación con ellos. Cuando hacen trabajo físico o trabajo mental, logran muchas cosas. En ese momento les reconozco el mérito; los aprecio, les agradezco y les ofrezco la sincera gratitud de mi corazón. Pero en mi ser interno, siento inmediatamente que soy yo quien lo ha hecho con una parte extendida de mi conciencia. Estos son mis hijos espirituales. Naturalmente, todo lo que mis hijos hayan hecho, también es mi logro. Por otra parte, en el nivel espiritual, cuando yo traigo la Paz, la Luz y la Dicha de lo alto, mis hijos tienen todo el derecho a sentir que es con su aspiración consciente como he podido hacer descender esas cosas. No es que no han tenido nada que ver con ello. No son tan solo receptores pasivos. Han de sentir que juntos hemos traído de lo alto esa Paz, Luz y Dicha. El ego viene de la separatividad. Por consiguiente, ¿cómo puede haber ego alguno cuando sentimos nuestra verdadera unidad interna? ¿Dónde está la conciencia de «yo», si cuando yo hago algo tú puedes reivindicarlo? ¿Dónde está la conciencia de «tú», si cuando tú haces algo yo puedo reivindicarlo? ¿Dónde está el ego? Se ha ido, se ha desvanecido dentro de nuestro mutuo, divino y universal sentimiento de unidad. Así pues, nuestro ego es conquistado de estas dos maneras. En el momento en que nos identificamos con otros seres humanos, sentimos nuestra unidad con ellos y el espíritu competitivo desaparece de nuestra vida. No puede haber ego entonces. Y si podemos sentir que hemos venido de Dios, que estamos en Dios, que somos para Dios y que somos de Dios, esta es otra manera de conquistar el ego humano y transformarlo en orgullo divino.