La necesidad de la entrega

Llega un momento en nuestra vida espiritual en que nos damos cuenta de que no estamos satisfechos con lo que tenemos, ya sea riqueza material o riqueza interna; o no estamos satisfechos con lo que somos. En ese momento es cuando estamos preparados para la entrega. ¿Cómo entregarse? Muy fácil. Cuando sintamos la necesidad de la entrega, los medios vendrán automáticamente. Si estamos desesperadamente necesitados de la entrega, si sentimos la urgencia interna del alma, si nuestro ser entero quiere entregarse a la Voluntad de Dios, automáticamente se nos dará más que la necesaria capacidad, seguridad, compasión y luz desde arriba y desde adentro. Cuando nos entregamos, vaciamos toda nuestra impureza en Dios y Él la reemplaza con Su Pureza y Su Divinidad. La entrega a la Voluntad de Dios depende enteramente de nuestra necesidad. Si sentimos que nuestra vida no tiene significado alguno, que no estaremos satisfechos o colmados sin entregar nuestra existencia terrenal a la Voluntad de Dios, entonces la entrega será posible para nosotros. Dios nunca nos puede obligar a entregarnos; somos nosotros quienes tenemos que sentir la necesidad de amar a Dios y dedicarnos a Dios en cada instante. Comenzamos con el amor. Incluso en la vida ordinaria, cuando amamos a alguien, le dedicamos con mucho gusto nuestra vida y nuestro ser entero. En la vida espiritual también, si realmente amamos a Dios, Él cual es todo Luz y Sabiduría infinita, entonces hemos de dedicarnos a Él. Así pues, el amor y la devoción deben ir siempre juntos. Cuando nos dedicamos a Dios, tal vez tengamos la ambición o el anhelo de obtener la Verdad de un modo personal. Algunos dirán al Supremo: «Estoy haciendo esto por Ti; he consagrado toda mi vida a Ti y espero que me des algo a cambio». Esto es bastante natural pero, desde el punto de vista espiritual más elevado, no es correcto. Otros dirán: «Le daré a Dios lo que tengo y lo que soy. Si Dios no gusta de mí o no me quiere, puede no darme nada; es Él quien decide. Mi deber es servirle con lo que tengo y con lo que soy; Su Deber es darme o no darme, utilizarme o no utilizarme». Un buscador real procurará complacer a Dios a la propia Manera de Dios. La entrega espiritual es nuestra unidad absoluta con nuestra parte más elevada, con el Supremo. No nos entregamos a alguien más que a nosotros mismos. ¡No! Cuando nuestro Maestro se para ante nosotros y se inclina, ¿ante quién está inclinándose? Se inclina al Supremo en nosotros. Y cuando nosotros nos inclinamos al Maestro juntando las palmas de las manos, nos estamos inclinando al Supremo en él. Lo Más Alto en él y lo Más Alto en nosotros nunca pueden ser dos cosas diferentes: son lo mismo. Nuestro camino del amor, la devoción y la entrega nos conducirá a la misma meta que el sendero de jnana, la sabiduría. Pero sentimos que el sendero del amor es más fácil. La misma palabra «Dios» conquista nuestro corazón, no porque Dios tiene infinito Poder, sino sencillamente porque Dios es todo Amor. Dios es lo más poderoso en la tierra. Pero nuestra naturaleza humana es tan débil que si nos concentramos en Dios como Poder infinito, no podremos aproximarnos a Él. Si decimos: «Dios», e inmediatamente sentimos que Él es todo Amor, Amor infinito, hacemos lo correcto; Su Amor es Su Poder. Aproximarnos a Dios a través del Amor, es la vía más fácil y más rápida.