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Una tentación no es más que una especie de prueba; si pasamos estas pruebas, devenimos uno con Dios. Al principio, Dios va a mirar y observar únicamente. Si, por un lado, decimos externamente que no queremos permanecer con la ignorancia pero, por otro lado, secretamente, disfrutamos revolcándonos en los placeres terrenales, entonces Dios sencillamente permanece callado. Tal vez digamos que no queremos comer el alimento-ignorancia, pero al mismo tiempo continuamos comiéndolo. En este caso, estamos actuando como el camello; el camello se come las espinas del cactus y su boca sangra. Dirá que jamás comerá estas espinas otra vez, pero poco después vuelve a hacer lo mismo. Igualmente, algunos de nosotros decimos que no queremos quedarnos con la ignorancia, pero al momento siguiente nos volvemos otra vez sus más íntimos amigos.

Pero si Dios ve que estamos sinceramente tratando de aprobar nuestro examen, nos dará inmediatamente la capacidad para hacerlo. Cuando siente que realmente no queremos mezclarnos con la ignorancia, que no queremos tener nada más que ver con ella, entonces Él nos da infinito poder y fortaleza internos para salir de la ignorancia.

Dios nunca nos pone a prueba; Dios nunca nos tienta. Él sencillamente nos dará la fortaleza interna para conquistar las tentaciones. La Compasión misma de Dios es nuestro mayor poder. Pero recibimos Su Poder únicamente cuando somos sinceros. La ayuda de Dios, igual que la luz del sol, está ahí para todos. Si alguien tiene sus puertas y ventanas abiertas, recibe la luz del sol en su habitación. Pero si cierra las puertas y las ventanas, la luz del sol no puede entrar. Así pues, la Compasión divina de Dios está cayendo constantemente como lluvia, pero nosotros hemos de mantener abierta la puerta del corazón. Solo entonces podremos salir de la ignorancia.