Pregunta: Cuando trato de considerar un problema y planear una vía de acción, me veo incapaz de tomar una decisión. ¿Por qué me pasa esto?
Sri Chinmoy: Cuando las personas usan la mente, sufren de una cosa constantemente: la confusión. Continúan pensando y pensando, y en cuanto creen que han llegado a la verdad, descubren que no es en absoluto la verdad sino, sencillamente, más confusión. La dificultad es esta: cuando pensamos en alguien o algo, formamos un concepto positivo que creemos absolutamente cierto. Pero a continuación viene la duda y modifica nuestra mente. En un momento piensas que soy una persona agradable y al momento siguiente piensas que soy malo. Y después pensarás otra cosa. Antes o después, verás que no hay un final para tus preguntas y que no hay solución.Cada vez que pensamos estamos perdidos. El acto de pensar se realiza en la mente, pero la mente no está liberada todavía; solo el alma está liberada. Nuestro problema es que queremos ser liberados por medio del pensamiento, pero la mente misma todavía se encuentra en la prisión de la oscuridad, la confusión y la limitación, por tanto, ¿cómo podemos esperar que la mente nos libere?
Cuando planificamos, a menudo nos sentimos frustrados porque no vemos la verdad desde el comienzo mismo. Planeamos hacer algo porque sentimos que si lo hacemos alcanzaremos un cierto objetivo, pero, entre la planificación y la ejecución, diferentes ideas y diferentes ideales entran en nosotros y nos crean confusión. Así, nuestra planificación continúa y continúa constantemente, y nunca entramos en el mundo de la acción, porque nuestros planes nunca son completos o seguros. Hay una brecha abismal entre nuestro plan mental y la acción misma.
Sin embargo, si tenemos una voluntad interna, la voluntad del alma, la cual ha venido a nosotros desde la meditación, entonces la acción no es antes concebida que hecha. En ese momento, no hay diferencia alguna entre nuestra voluntad interna y nuestra acción externa. Cuando entramos con nuestros planes mentales en la estancia de la acción, que está totalmente oscura, apagada, es como si lleváramos una vela. Pero cuando entramos con la luz de nuestra alma, la estancia es inundada de iluminación.
Ahora mismo estamos trabajando con nuestra mente. La mente dice: «He de conseguir algo, tengo que pensar cómo puedo ejecutar mi plan». Pero Dios no hace esto, Dios ve el pasado, el presente y el futuro de una ojeada. Cuando somos uno con Dios, cuando —mediante la aspiración constante— nos identificamos con la Conciencia de Dios, cualquier cosa que hagamos será hecha espontáneamente. No utilizaremos la mente, sino que actuaremos siempre desde nuestra propia conciencia interna, con nuestra facultad intuitiva. Y cuando desarrollamos esa facultad intuitiva, podemos fácilmente actuar sin tener un plan. En cada momento, la posibilidad de la manifestación total que va a tener lugar se materializará justo ante nosotros.
Ahora pensamos que, dentro de diez o veinte días, por ejemplo, se puede materializar alguna posibilidad concerniente a nuestras esperanzas y aspiraciones. Pero, cuando somos uno con la Conciencia de Dios, eso es más que una posibilidad. Es algo inevitable, es un logro inmediato. La visión y su cumplimiento van juntos. En la conciencia humana común, la visión es una cosa y el cumplimiento otra. Pero, cuando somos uno con la Conciencia de Dios, visión y cumplimiento son inseparables.