Krishna, el misterio eterno

Sri Krishna fue un maestro desde el mismo comienzo de su vida. Incluso antes de entrar en el mundo físico actuó como un maestro. Antes de entrar en el vientre de su madre, se presentó ante su padre, quien había sido puesto en prisión por el rey y le dijo: «Voy a entrar ahora en el mundo físico. En cuanto nazca, me llevarás fuera de esta celda a ver a Nanda (uno de sus parientes)». El padre vio a Sri Krishna vívidamente, antes de que entrase al mundo de la manifestación, y para sorpresa de todos, de pronto todas las puertas y verjas de la prisión se abrieron de par en par y el padre le llevó a casa de Nanda. Aquí comenzó su enseñanza.

Un incidente similar sucedió a la madre de Buda, antes que este viniese al mundo. El Cristianismo también dice prácticamente lo mismo: que Jesús entró en el vientre de su madre conscientemente.

Volviendo a Sri Krishna, siendo tan sólo un niño abrió su boca y le mostró a su madre el universo entero. Estaba enseñando a su madre que el universo no está sino dentro de él.

Luego, cuando tenía once años, observo un día que sus padres, familiares y vecinos estaban realizando ceremonias en honor a Indra, el Dios de la lluvia, el Rey de los Dioses. Sri Krishna dijo: «¿Por qué adoráis a Indra? Es mejor adorar a esta colina. ¿Por qué no adoráis a esta Giri Govardhan? Nuestro ganado se está alimentando en esta colina, y todo el mundo, de una u otra manera, recibe ayuda de esta colina. Deberíamos venerar a la colina, no a Indra. Indra no nos está ayudando de ninguna manera. Si queréis conocer la verdad, adorad a esta colina». En esa ocasión le escucharon. No veneraron a Indra sino a la colina, e Indra se enfureció. Inundó de agua todo el lugar. Hubo un constante diluvio que duró siete días. Pero Krishna no iba a aceptar la derrota. Con uno de sus dedos levantó la colina, y está sirvió de paraguas. Todo el vecindario estaba bajo la protección de la colina, que aún está allí. Se dice que Krishna la sostuvo durante siete días y entonces Indra sintió que era inútil continuar. Sri Krishna protegió a todos sus parientes. Indra aceptó su derrota.

Krishna era un pastor de vacas, y tenía muchos, muchos amigos. Era un gran flautista. Los jóvenes, en especial las muchachas, solían acudir a escuchar su música. Pero el amor que él tenía por ellas siempre era de lo más puro. Tenía muchas supuestas novias. Solemos asociar inmediatamente este término con la emoción errónea pero, en el caso de Sri Krishna, esta relación era absolutamente pura. Entre estas muchachas, había una llamada Radha. Radha finalmente se convirtió en su consorte y su shakti, y fue ella quien entendió plenamente quien era Sri Krishna. Ahí Sri Krishna estaba expresando su Amor Divino a los seres humanos. Era el deleite lo que deseaba expresar, el deleite puro, a este mundo físico. Pero la crítica existía también en aquellos tiempos. La gente comenzó a criticar abiertamente a Sri Krishna por su afición a Radha. Radha se volvió muy cercana a él. Un día, Radha, con un ánimo resentido, le dijo: «Mira, tú eres sumamente puro y divino; yo vengo aquí a escuchar tu música y tú me cuentas las verdades eternas, divinas. ¿Por qué crea tanto chismorreo la gente, especialmente mis amigas? Tan sólo porque me prestas una atención especial, ellas nos critican». Sri Krishna le sonrió ampliamente y dijo: «Está bien». Así que un día invitó a todas sus amigas y les dijo: «Hoy me gustaría hacer un juego especial. Sé que todas vosotras sois puras y todas sois castas. La mayoría de vosotras tiene esposo». Entonces, tomó un tamiz y un cubo de agua. Pidió que cada una de ellas vertiera el agua en el tamiz, y si el agua no se filtraba, significaría que esa persona en particular era pura y casta. Comenzaron, una a una, a verter el agua, y por supuesto con la primera el agua se filtró. Todas reían y decían que no era casta o pura, y ella escondió su rostro en el pliegue de su brazo. Luego vino la siguiente chica y ocurrió lo mismo, y así ocurrió sucesivamente con cada una de ellas.

Radha observaba la escena. Sri Krishna le dijo: «Radha, ¿por qué estás callada?, ¿por qué no pruebas?». Ella dijo: «Ellas siempre me critican, y si lo intento, probablemente me uniré a ellas en su fracaso». Sri Krishna le dijo: «¿Por qué no vienes y pruebas? Al fin y al cabo, es un juego». De modo que vino y vertió el agua, cubo tras cubo, pero el tamiz no goteó. Todos estaban atónitos y Sri Krishna dijo: «Mirad aquí, ahora podéis ver quién es casta, quién es pura. Ahora os estoy enseñando la verdad eterna. Soy el Señor del Universo. Radha viene a Mí en busca de ayuda espiritual y la Verdad Eterna, y mi amor por ella y por todas vosotras es espiritual y divino. Algunas tenéis maridos, pero vuestras mentes aún deambulan por otros lugares. Os interesáis por otros hombres y prestáis mucha atención al nombre, la fama y las tareas. Pero en el caso de Radha, yo estoy siempre en su mente. Radha es una mujer casada, tiene su propio marido, pero no importa adónde va o con quién habla, su mente siempre está en Mí.Yo soy el Señor del Universo, y quienquiera que piensa en Mí es el más puro en la tierra. Quienes piensan en otras cosas no son puros».

Cuando Krishna creció en la sociedad con frecuencia deseaba dar el más iluminado consejo. Todo el mundo acudía a él en busca de guía y él era su consejero jefe. Cuando los Pandavas se hicieron sus muy íntimos amigos, él los aconsejaba siempre en sus dificultades; en todas sus aflicciones y alegrías, Sri Krishna estaba allí para aconsejarlos. Entonces fue al campo de batalla para ayudar a Arjuna. Ya sabemos por el Gita cómo aconsejo a Arjuna que luchara y le enseñó todo sobre la vida interna, la vida espiritual, la perfección interior y exterior, la realización y la revelación. Sri Krishna dijo: «Cuando quiera que la rectitud declina, y la injusticia está en ascenso, entonces me encarno en un cuerpo para proteger al virtuoso y acabar con los perpetradores del mal; para establecer el Dharma,​ renazco de era en era». Este es uno de los versos más importantes en el Gita.

Sri Chinmoy, Comentario del Bhagavad Gita: el Canto del Alma trascendental, Rudolf Steiner Publications, Blauvelt, New York, 1971