El comienzo de la travesía, el cierre de la travesía8
AUMEl comienzo de la travesía, el cierre de la travesía. La aspiración humana es el comienzo de la travesía. La manifestación divina es el cierre de la travesía. Sin nacimiento es el nacimiento de la travesía, y sin fin es el final de la travesía.
Vinimos; regresaremos. Vinimos del Ser Supremo. Al Ser Supremo regresaremos. Encarnamos la conciencia terrenal y la conciencia celestial. La conciencia terrenal nos inspira a meditar en la Verdad trascendental y a realizar la Verdad trascendental en el alma del cielo. La conciencia celestial nos inspira a meditar en el amor y a manifestar el amor en el corazón de la tierra.
Conocemos, crecemos y devenimos. Conocemos en el cielo. Crecemos aquí en la tierra. Devenimos la Verdad Trascendental. Lo que conocemos es la Realidad. En lo que crecemos es la Inmortalidad. Lo que finalmente devenimos es la Perfección de la divinidad. La Realidad encarna la Inmortalidad y la Divinidad. La Inmortalidad y la Divinidad manifiestan la Realidad.
Los Upanishads nos enseñan la verdad significativa de que cada buscador individual debe tener paz interna y libertad externa. Es en la paz interna donde podemos tener verdadera libertad externa. De los Upanishads aprendemos cómo descubrir a Dios, el hombre interno, y cómo ver al hombre, el Dios revelado. Los Upanishads nos dicen que los seres humanos dedicados, las almas humanas entregadas, son la necesidad de Dios, y a cada ser humano realizado le es dada la capacidad sin reservas e infinita de Dios.
He aquí el secreto de los Upanishads: ama, sirve y deviene. Ama la vida de Dios en el hombre, sirve a la Luz de Dios en el hombre y deviene en la perfecta Perfección de Dios aquí en la tierra.
En dos palabras podemos resumir el mensaje de todos los Upanishads: aspiración y manifestación. La aspiración es el camino, y la manifestación es la Meta. La aspiración es el canto de la infinita Conciencia eterna que reside en nuestro interior. La manifestación es la danza de la multiplicidad de la unidad dentro y fuera de nosotros. La aspiración es la altura de nuestro Deleite, y la manifestación es la luz del Deleite que todo lo nutre y todo lo colma.
AUM
Cada alma necesita involución y evolución. Cuando el alma desciende, esa es la involución del alma. Cuando el alma asciende, es la evolución del alma. El alma entra en el abismo más bajo de la inconsciencia. El alma evoluciona de nuevo hacia Satchidananda –Existencia, Conciencia, Dicha– la triple conciencia.
El alma entra en la inconsciencia. Durante millones de años permanece allí, profundamente dormida. De repente un día, un destello de conciencia del siempre-trascendente Más Allá abre su ojo, y llega entonces la hora de la autoaveriguación. “¿Quién soy yo?”, se pregunta. La respuesta es “Tat twam asi”, “Eso eres tú”. El alma se estremece. Entonces cae dormida de nuevo. Otra vez entra en el olvido de sí misma. Más preguntas aparecen algún tiempo después: ¿De Quién soy? Soy de Eso. ¿De dónde he venido? De Eso. ¿Hacia Quién estoy regresando? Hacia Eso. ¿Para Quién estoy aquí en la tierra? Para Eso.
Entonces el alma está satisfecha. Ahora, el alma está totalmente preparada para su viaje hacia arriba –alto, más alto, altísimo. En este momento, el alma ve el Ser, un prototipo exacto del Ser Supremo aquí en la tierra, y la evolución del alma comienza propiamente. El alma, después de la vida mineral, entra en la vida vegetal, de la vida vegetal en la animal, de la vida animal en la humana, y de la vida humana en la divina. Estando en la vida humana, el alma hace descender la Paz, la Luz y la Dicha de las alturas. Primero ofrece estas cualidades divinas al corazón, luego a la mente, luego al vital, luego al denso físico. Cuando la iluminación tiene lugar, la vemos en el corazón, la vemos en la mente física, en el vital, y en el denso cuerpo físico.
Los Upanishads son también llamados Vedanta. Vedanta significa el final de los Vedas, la crema de los Vedas, la esencia de los Vedas. Se dice que el Vedanta es el final de toda diferencia –el punto donde no puede haber diferencia entre lo más bajo y lo más alto, entre lo finito y lo Infinito.
Nuestra travesía comienza con aspiración. ¿Qué es aspiración? Es el clamor interno, el hambre interna por la vastedad infinita. La aspiración tiene un amigo sumamente sincero –la concentración. ¿Cómo nos concentramos; dónde nos concentramos? Nos concentramos en un objeto, en un ser, en una forma, o en lo sin-forma. Cuando nos concentramos con la ayuda de la mente, sentimos que antes o después veremos la vastedad de la Verdad. Cuando nos concentramos con la ayuda del corazón, sentimos que algún día sentiremos la intimidad con la Conciencia universal y con Dios el Amado eterno. Cuando nos concentramos con la ayuda de nuestra Luz del alma, sentimos que el hombre es Dios en Su preparación, y que Dios es el hombre en su culminación.
La mente no-aspirante es nuestro verdadero problema. La mente humana es necesaria hasta cierto punto. Sin ella, seguiríamos en el dominio animal. Pero tenemos saber que la mente humana es muy limitada. La mente humana es insuficiente. En la mente humana no puede haber alguna Luz, Vida o Deleite duraderos. La mente humana nos dice que lo finito es lo finito, lo Infinito es lo Infinito. Existe un enorme abismo entre los dos. Son como el Polo Norte y el Polo Sur. Aquello que sea Infinito nunca puede ser finito, y viceversa. La mente humana siente que la Infinitud es inalcanzable. Cuando algo es finito, es sencillamente imposible que la mente humana sienta que eso también es Dios. Además, esta mente siente muy a menudo que, debido a Su grandeza, Dios es distante e indiferente.
Cuando meditamos en el corazón, llegamos a darnos cuenta de que Dios es infinito y Dios es omnipotente. Si Él es infinito, en virtud de Su omnipotencia Él puede ser también finito. Él existe en nuestras muy diversas actividades; Él se encuentra por doquier. Él lo incluye todo; Él no excluye nada. Esto es lo que nuestra meditación interna puede ofrecernos. La meditación de nuestro corazón también nos dice que Dios es más querido que lo más querido, y que Él es nuestro único Amado.
Inspiración, aspiración y realización –éstos son los tres peldaños de la escalera espiritual. Cuando queremos escalar desde lo finito hasta lo Infinito con la ilimitada Magnificencia de Dios, el primer peldaño es la inspiración, el segundo peldaño es la aspiración, y el tercer peldaño es la realización, nuestra Meta destinada.
Para alcanzar lo Más Elevado, nos convertimos en inspiración, aspiración y realización; y para manifestar lo Más Elevado aquí en la tierra, nos convertimos en Compasión, Interés y Amor. Es así como comenzamos nuestra travesía; es así como finalizamos nuestra travesía. Además, cuando nos hacemos uno con el Piloto Interno, inseparablemente uno con el Piloto Interno, no hay comienzo, no hay fin. Su Lila Cósmico, su Juego divino, no tiene nacimiento ni fin.
En la realización humana, Dios dentro de nosotros es aspiración y realización restringida por la conciencia terrestre, restringida por el tiempo terrestre. Pero en la Realización divina, Dios es el Más Allá, el siempre-trascendente Más Allá. Él juega el Juego del Más Allá siempre-trascendente. Él Mismo es la aspiración del Más Allá siempre-trascendente, y Él Mismo es la manifestación del Más Allá siempre-trascendente. Cuando conscientemente Lo conocemos, Lo realizamos y devenimos inseparablemente uno con Él, también nosotros jugamos Su Juego divino, el Juego de la Infinitud, la Eternidad y la Inmortalidad.
AUM. AUM. AUM.
UPA 8. Universidad Cornell, Ithaca, NY, 26 enero 1972↩