Mi esposa, que por una parte es el más razonable de los seres, insiste en que todas las creencias religiosas son ilusiones producidas por la ansiedad existencial. La mayoría de la gente no soporta pensar que no exista un significado en la vida excepto el hecho biológico y racional de la misma. Pero ella siente que eso debería satisfacer a cualquiera. Ella cree que el hecho de la muerte debe afrontarse igual que una realidad biológica. Es una vieja teoría la cual comprendo que ni puede ser probada ni refutada en el ámbito intelectual.

La verdad última en lo que concierne a la vida y a la muerte nunca puede ser adecuadamente explicada o expresada. Sólo puede ser sentida por el aspirante y conocida por el alma realizada. Coincido completamente con usted en que esta idea –así como también la expresada por su esposa– no puede verificarse intelectualmente. Sin embargo, lo que su esposa siente sobre la vida y la muerte no puede demostrar ser más cierto que lo que siente usted.

La memoria humana no es la primera y última palabra en la realidad. Si a los ochenta no puedo recordar ninguno de los incidentes que ocurrieron en mi vida antes de los cuatro años, eso no significa que yo no existía antes de esa edad. Así como una serie de años pasan mientras vamos de los cuatro a los ochenta, hay una serie de vidas que conecta el presente con el pasado distante y se proyecta en el futuro inminente.

Luego, también, hay algo que está más allá de la comprensión de nuestra limitada conciencia corporal. Incluso cuando una persona está excesivamente implicada en las actividades físicas más comunes, puede sentir dentro de sí, a veces, algunas verdades extrañas. Estas son generalmente poco familiares y altamente elevadoras. Estas verdades provienen de un mundo más elevado o más profundo, de un plano diferente de conciencia, y llaman a su puerta mental. De este modo ella posee y es poseída por fuerzas que están más allá de su conciencia ordinaria.

Es cuando nos ponemos en sintonía con estas fuerzas superiores –de hecho, con la armonía universal– que la vida deja de ser insoportable. Coincido completamente con la opinión de su esposa de que cuando una persona no ve un significado, ni una meta, ni un propósito en la vida, esa actitud y más aún la vida misma, se hace insoportable. Sin embargo, en cuanto a las creencias religiosas, quisiera presentar ante ella una analogía:

Yo ahora vivo en un apartamento de Brooklyn. Si un niño me llama y me pregunta: «¿Hay un lugar llamado Colonia?» Le responderé: «Cierto, hijo mío, está en Alemania». Supongamos que me dice: «¡Tienes que demostrármelo!» ¿Cómo puedo hacerlo, excepto enseñándole mapas y fotos? Sólo puedo decirle que he visitado Colonia personalmente y que hay millones de personas que lo han hecho también. Su duda no puede negar la existencia de esa ciudad.

De manera similar, quienes han realizado completamente a Dios tienen todo el derecho de decirnos que existe un Dios. Sólo porque nosotros no hayamos realizado a Dios, no podemos negar Su existencia. Igual que el niño tiene que satisfacer sus ojos físicos yendo a Colonia, nosotros sólo podemos probarnos la realidad de Dios viéndole. Y esta búsqueda de Dios le da a una vida, que de otro modo no tendría propósito, un significado y una dirección sin igual.