El papel de la pureza en la vida espiritual
¡Pureza! ¡Pureza! ¡Pureza! Te amamos. Te queremos. Te necesitamos. ¡Quédate en nuestros pensamientos! ¡Quédate en nuestras acciones! ¡Quédate en el aliento de nuestra vida!¿Cómo ser puros? Podemos ser puros mediante el autocontrol. Podemos controlar nuestros sentidos. Es increíblemente difícil, pero no es imposible. «Controlaré mis sentidos. Conquistaré mis pasiones». Este método no puede darnos lo que necesitamos realmente. El león hambriento que vive en nuestras pasiones no nos abandonará por la mera repetición del pensamiento: «Controlaré mis sentidos y conquistaré mis pasiones». Este planteamiento no sirve de nada.
Lo que debemos hacer es fijar nuestra mente en Dios. Para nuestro asombro total, nuestro león y nuestro tigre, ahora domados, nos abandonarán por decisión propia cuando vean que nos hemos vuelto demasiado pobres para alimentarlos. Pero, en verdad, no nos hemos empobrecido en lo más mínimo. Al contrario, hemos llegado a ser infinitamente más fuertes y más ricos puesto que la Voluntad de Dios vigoriza nuestro cuerpo, nuestra mente y nuestro corazón. El planteamiento correcto es fijar nuestro cuerpo, nuestra mente y nuestro corazón en lo Divino. Cuanto más cerca nos encontramos de la Luz, más lejos estamos de la oscuridad. La pureza no viene toda de golpe. Necesita su tiempo. Tenemos que profundizar y abandonarnos con fe implícita en la contemplación de Dios. Entonces no necesitamos ir a la Pureza. La Pureza viene a nosotros. Y la Pureza no viene sola. Ella trae consigo una Alegría duradera. Esta Alegría divina es el único propósito de nuestra vida. Dios se revela completamente y se manifiesta sin reservas, sólo cuando tenemos esa Alegría interna.
El mundo nos da deseos. Dios nos da oraciones. El mundo nos da esclavitud. Dios nos da liberación: liberación de las limitaciones, liberación de la ignorancia.
Nosotros somos los jugadores. Podemos jugar al fútbol o al cricket. Tenemos libertad para elegir. Del mismo modo, somos nosotros quienes podemos elegir si jugamos con la pureza o con la impureza. El jugador es el dueño del juego y no viceversa.
El modo más fácil y más efectivo de tener pureza es repetir un mantra. Un mantra es un sonido-semilla. Un mantra es un poder dinámico en forma de sonido vibrante.
Conozcamos ahora lo que es yapa. Yapa es la repetición de un mantra. Queréis pureza, ¿verdad? Entonces, repetid ahora el nombre de Dios quinientas veces.
Este es nuestro mantra. Hagámoslo.
(Los buscadores se unen a Sri Chinmoy repitiendo el mantra)
Gracias. Lo hemos hecho bien. Ahora, os pido que aumentéis cada día el número en cien. Es decir: mañana repetiréis el nombre de Dios seiscientas veces y pasado mañana setecientas veces. Dentro de una semana, a partir de hoy, mis cálculos dicen que repetiréis el nombre de Dios mil doscientas veces. A partir de ese día, por favor comenzad a disminuir el número diariamente de cien en cien, hasta llegar otra vez a las quinientas repeticiones. Continuad por favor este ejercicio semana tras semana, justo durante un mes. Queráis o no cambiar vuestro nombre, el mundo os dará un nuevo nombre: os llamará por el nombre de Pureza. Vuestro oído interno os hará sentirlo. Superará vuestra más preciada imaginación. Que nada nos perturbe. Dejemos que la impureza de nuestro cuerpo nos haga recordar la Pureza espontánea de nuestro corazón. Dejemos que nuestros pensamientos externos finitos nos recuerden a nuestra Voluntad interior infinita. Dejemos que las numerosas imperfecciones de nuestra mente nos recuerden a la Perfección ilimitada de nuestra alma.
El mundo actual está lleno de impureza. Parece ser que la pureza es una divisa de otro mundo. Es duro obtener esta pureza pero una vez que la conseguimos, la paz es nuestra, el éxito es nuestro.
Demos la cara al mundo. Tomemos la vida tal y como viene. Nuestro Piloto Interno está en constante vigilancia. Las corrientes ocultas de nuestra vida interna y espiritual fluirán siempre sin ser vistas, sin obstrucciones y sin temor.
Puede ser que Dios sea desconocido pero no es incognoscible. Nuestras plegarias y meditaciones nos conducen a ese desconocido. Clamamos por la libertad. Pero, por extraño que parezca, no estamos conscientes del hecho de que ya tenemos dentro de nosotros libertad inmensa. ¡Mirad! Sin ninguna dificultad podemos olvidar a Dios. Podemos ignorarlo e incluso podemos negarlo. Pero la Compasión de Dios dice: «Mis niños, no importa lo que digáis o hagáis, Mi Corazón jamás os abandonará. Os quiero. Os necesito».
La madre sostiene la mano del hijo. Pero el hijo es el que tiene que caminar y así lo hace. Ni el que es arrastrado ni el que arrastra pueden ser felices. Asimismo, Dios dice: «Mis niños divinos, en vuestra vida interna, Yo os doy inspiración. Sois vosotros quienes tenéis que aspirar con el corazón más puro, para alcanzar el Dorado Más Allá».