Mi humildad

Dios es mi Superior, mi único Superior. Soy humilde ante Él. Este es mi deber supremo. Los hijos de Dios son mis semejantes. Soy humilde ante ellos. Esta es mi mayor necesidad. El orgullo es mi inferior. Soy humilde ante el orgullo. Esta es mi seguridad más fiable.

Mi humildad no es la negación de mí mismo. Mi humildad afirma en silencio lo que realmente tengo en mi mundo externo y lo que ciertamente soy en mi mundo interno.

Mi humildad no es abstinencia de amor por mí mismo. Yo m amo. Me amo porque en mí respira orgullosamente la más alta Divinidad.

El engreimiento me dice que puedo fácilmente destruir el mundo; me dice que el mundo está a mis pies. Pero mi humildad me dice que no tengo ni la capacidad ni el deseo de destruir el mundo. Mi humildad me dice que el mundo y yo tenemos la capacidad real y el deseo sincero de implorar la Perfección perfecta. Mi humildad me dice también que el mundo no está a mis pies; ni mucho menos. Yo llevo al mundo devotamente hacia su autorrealización. El mundo me lleva amorosamente y abiertamente hacia mi automanifestación.

Cuando soy todo humildad, no sobrestimo ni subestimo mi vida; lo que hago es juzgar mi vida de manera exacta, de la manera en que mi Señor Supremo la juzga.

La humildad no es una virtud autoimpuesta y deseada; es un estado interno de conciencia que siente alegría pura en su expresión.