He estudiado muchas escrituras sagradas. También me complazco en predicar sobre la espiritualidad, la religión, la vida interna y cosas así. Pero personalmente siento un árido desierto dentro de mí. No siento satisfacción con lo que estoy haciendo. Siento que estoy malgastando mi precioso tiempo y el de los demás. ¿Podría usted iluminarme al respecto?
Comprendo perfectamente su punto de vista. Usted no está solo. Existen numerosas buenas almas que navegan en la misma barca. El estudio de los libros y las escrituras puede darnos información para citar y un cierto entendimiento. A lo sumo, puede darnos inspiración, pero nada más. Tomar prestadas las ideas de los demás, nunca puede ser verdadera iluminación para nuestra vida interior. Es mediante el estudio del libro eterno de la Verdad que hay dentro de nosotros, mediante la escucha constante a la Voz del Ser interior, como podemos ser iluminados espiritualmente.Es entonces cuando encontraremos la alegría en nuestra vida externa. Primero debemos ver a Dios y luego podemos llegar a ser como Dios. Si queremos verdaderamente ser como Dios, nuestro hablar debe dar paso a nuestro devenir. Permítame contarle una historia real.
En cierta aldea de Bengala, en India, el criado de un hombre rico se dirigía todos los días a la casa de su amo cruzando el río en un ferry. Un día, había una violenta tormenta. El ferry no podía cruzar el río embravecido y el criado, forzado a desviarse muchas millas de su camino para cruzar por un puente, llegó tarde. El amo estaba furioso. “Eres tonto”, le gritó. “Si pronuncias el nombre de Krishna tres veces, verás que no necesitas ningún barco. ¡Podrás caminar a través del río!”
Esa tarde, cuando la tormenta no daba señales de menguar, el pobre criado se vio amenazado por la misma situación. Pero, con su fe sencilla, obedeció las instrucciones del amo. Desde lo más profundo de su corazón, pronunció el nombre de Krishna. ¡He aquí, el milagro de los milagros! Sintió que un poder le propulsaba hacia el agua y era capaz de caminar por encima de las olas mismas. Así cruzó el río. Cuando el amo oyó la historia, su alegría no tenía límite. Un gran orgullo se alzó en su corazón. ¿No había sido su consejo lo que había producido el éxito? “Jamás supe que mi consejo tuviera un poder tan grande”, pensó. “Voy a disfrutar yo mismo de este milagro”.
Así que fue al río, que ahora estaba tranquilo y sereno, y pronunció tres veces el nombre de Krishna. Luego comenzó a cruzar. Pero el temor y la duda torturaron todo su ser y por más que gritó el nombre sagrado cientos de veces, su tentativa fue infructuosa. Se ahogó.
Ahora bien, ¿qué aprendemos de esta historia? El criado tenía fe sincera en su amo. También tenia fe implícita en el Señor Krishna. Fue su fe absoluta en un poder divino lo que le salvó y demostró el poder de la gracia de Krishna.
De modo similar, un orador, a pesar de que su fe sea débil, puede infundir una fe genuina en quienes le escuchan. Pero si él mismo es verdaderamente espiritual, puede ayudar a los demás de la manera más significativa. Si queremos convencer a los demás de la Verdad, nuestra autoridad más elevada viene sólo del conocimiento directo de la Verdad y no de alguna escritura. En el Juego divino, la autoridad no iluminada desempeña el papel de la lámpara, mientras que la Verdad-en-realización desempeña el papel de la Luz.